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¿La integración comercial de África puede ser un punto de inflexión?

Industrial textile factory in Botswana. Photo credit: Shutterstock Industrial textile factory in Botswana. Photo credit: Shutterstock

En una nueva investigación del Banco Mundial se plantea que el acuerdo entre 54 países atraería probablemente más inversión extranjera directa, y gracias a ello se ampliarían sus beneficios.

Imaginemos que una gran empresa textil africana quiere crear una nueva fábrica en un país vecino para ayudar a establecer una cadena de valor regional para su producción. Posiblemente tendrá que hacer trámites engorrosos durante muchos meses para obtener los permisos necesarios y recibir una licencia de inversionista. Las restricciones de visado podrían dificultar la contratación de especialistas para capacitar al personal local, mientras que a otras personas quizás no se les permitiría trabajar porque sus títulos profesionales no son reconocidos. Incluso después de iniciar sus operaciones, los envíos de piezas de la empresa podrían verse obstaculizados por embotellamientos en los pasos fronterizos, la duplicación de trámites e innumerables rondas de inspecciones.

Estos son solo algunos ejemplos de las frustraciones que experimentan las empresas que buscan invertir y realizar intercambios comerciales entre los países de África. No sorprende, entonces, que las fronteras de los países africanos figuren entre las más restrictivas del mundo, una de las razones por las que el comercio y la inversión dentro de la región son relativamente escasos. 

En todo el mundo, el comercio y la inversión han sido los principales motores de crecimiento para las economías en desarrollo, sacando de la pobreza a cientos de millones de personas. Pero la fragmentación del mercado interno ha impedido a África beneficiarse plenamente de la tendencia mencionada anteriormente. El Tratado sobre la Zona de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) apunta a ser un punto de inflexión. Por primera vez, se crearía un mercado único en todo el continente que une a 54 países  con una población combinada de 1300 millones de habitantes y un producto interno bruto (PIB) de USD 3,4 billones. Además, se reducirían los obstáculos al comercio y la inversión y se impulsaría la competencia, lo que a su vez aumentaría el atractivo de África para las cadenas de valor regionales y para los inversionistas.

En una investigación del Banco Mundial (i) se sugiere que el acuerdo podría generar importantes beneficios económicos y sociales en la forma de un crecimiento económico más rápido, mayores ingresos y menos pobreza. Además, ayudaría a África a diversificar e industrializar su economía y reducir su dependencia de las exportaciones de un pequeño número de productos básicos, como el cobre, el petróleo y el café. Las mujeres y los trabajadores calificados estarían entre los principales beneficiarios, aunque se producirían variaciones entre los países.

Pero mucho depende de que los objetivos más ambiciosos del acuerdo se negocien con éxito y luego se lleven a cabo en su totalidad. El cumplimiento efectivo de los compromisos del AfCFTA sobre el terreno debería ser una prioridad para los miembros del tratado. Ello requerirá compromiso político y liderazgo.

Durante la primera fase del acuerdo, que entró en vigor en enero de 2021, se eliminarían gradualmente los aranceles sobre el 90 % de las mercancías y se reducirían las barreras al comercio de servicios. Eso por sí solo aumentaría el intercambio comercial y podría elevar el ingreso real en un 7 % para 2035, reduciendo el número de personas que viven en la pobreza extrema en 40 millones, hasta llegar a 277 millones, de acuerdo con un informe del Banco Mundial publicado en 2020 (PDF, en inglés). Alrededor de dos tercios de los USD 450 000 millones en posibles ingresos provendrían de la eliminación de las largas demoras en las fronteras y la reducción de los costos comerciales, facilitándose la incorporación de las empresas africanas en las cadenas de suministro regionales y mundiales.

En un nuevo estudio (i) se examinan dos hipótesis para demostrar que los beneficios podrían ser aún mayores si no solo nos fijamos en las ventajas de la liberalización del comercio, sino también en las derivadas del aumento de las inversiones y de acuerdos comerciales más amplios que abordan la inversión y las cuestiones transfronterizas. La primera hipótesis considera la inversión extranjera directa (IED) adicional que se espera que el acuerdo comercial atraiga de África y del extranjero. La IED es importante porque se traduce en capital, tecnología y habilidades. Además, la IED debería vincularse con la inversión interna y ayudar a las economías africanas a diversificarse hacia nuevos sectores de la agroindustria, las manufacturas y los servicios para mercados internos, dentro de África y fuera de la región. En esa hipótesis, el ingreso real podría aumentar aún más, hasta cerca del 8 % para 2035 (USD 506 000 millones), y el número de personas que viven en la pobreza extrema disminuir en 45 millones.

En la segunda hipótesis se analiza el impacto de la posible ampliación del acuerdo, según lo previsto, para armonizar las políticas de inversión, competencia, comercio electrónico y derechos de propiedad intelectual. Una mayor integración en estas áreas ayudaría a crear mercados justos y eficientes, mejorar la competitividad y atraer aún más IED al reducir los riesgos de cambios de las regulaciones y las políticas. En esta hipótesis, los ingresos aumentarían un 9 % para 2035 (USD 571 000 millones) y el número de personas que viven en la pobreza extrema se reduciría en 50 millones (una caída del 16 % en relación con el número previsto de personas extremadamente pobres en 2035 sin el AfCFTA).

Sin embargo, el acuerdo enfrenta varios desafíos. El sector privado africano, que incluye a las pymes que podrían beneficiarse del AfCFTA, debería familiarizarse más con los diferentes capítulos del tratado e informarse cómo se pueden aprovechar los temas del acuerdo —como la liberalización del comercio de servicios— para impulsar sus negocios. Ese fue el caso de América Central, donde el sector privado se organizó bajo el Sistema de la Integración Centroamericana, una federación de cámaras y asociaciones de exportadores que monitorea regularmente el cumplimiento de los compromisos comerciales.

Las empresas africanas también deberían ver las oportunidades, y no limitarse a reaccionar por temor a la competencia de las importaciones. Además de los ministerios de Comercio involucrados en las negociaciones, otros organismos públicos de los países deberían también informarse sobre el AfCFTA y la función fundamental que pueden estar llamados a desempeñar en la aplicación del tratado sobre el terreno. Es primordial abordar las barreras no arancelarias y las trabas que afectan el desplazamiento de mercancías en los cruces transfronterizos. También lo es reducir los obstáculos al comercio de servicios, porque cada país tiene sus propias regulaciones que abarcan sectores como la logística y el transporte, los servicios financieros, el turismo y las comunicaciones.

Por tanto, firmar el acuerdo es solo el primer paso. Hará falta mucho más para desbloquear los beneficios potenciales del AfCFTA en el comercio, la inversión y el empleo . Las naciones africanas deberán dar apoyo a la Secretaría Permanente del AfCFTA, con sede en Accra (Ghana), que se encarga de la administración del acuerdo. Las leyes y regulaciones nacionales tendrán que armonizarse con los protocolos del acuerdo referidos a la inversión, los derechos de propiedad intelectual, la competencia y el comercio digital. Y para hacer frente a los desafíos estructurales de larga data, las naciones africanas también deberán:

  • alentar la liberalización progresiva de las políticas de inversión y comercio transfronterizo en consonancia con los protocolos del AfCFTA para sentar las bases de las cadenas de valor regionales en África;
  • simplificar los procedimientos aduaneros y fronterizos y actualizar la infraestructura para reducir las largas demoras en las fronteras, que han hecho más lento el desplazamiento de mercancías y han elevado los costos comerciales, y establecer centros logísticos eficaces;
  • fortalecer el comercio transfronterizo y la inversión en servicios facilitando el comercio de servicios digitales, eliminando las restricciones a la IED y permitiendo la libre circulación de trabajadores.

Ahora corresponde a los Estados miembros —y los promotores dentro de cada país— trabajar con el sector privado y la sociedad civil, para asegurar que el AfCFTA sea, finalmente, un punto de inflexión para África y permita obtener numerosos beneficios para la población de la región.

 


Autores

Mari Elka Pangestu

Ex directora gerente de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial

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